Está claro que el lujo de una piscina infinita tiene su atractivo, y mucho, pero hay algo aún más especial en un buen chapuzón en una poza natural, ¿no crees? No necesitas bordes perfectos ni agua caliente, solo un entorno salvaje, agua cristalina y un poco de aventura para alimentar tu adrenalina interior. Así que, si buscas el auténtico placer de un baño, echa un vistazo a estas cuatro pozas naturales en España que te harán creer que has descubierto tu propia piscina privada.
Y sí, son mucho más frescas y auténticas que cualquier piscina infinita de un hotel. Prepárate para empaparte de naturaleza y dejarte seducir por las pozas más sorprendentes, ¿estás listo? Pues haz la maleta y date el capricho de una escapada veraniega que recordarás para siempre.
Charco de la Olla (Cáceres)

Si lo que buscas es un baño con historia y encanto en uno de los paisajes más singulares de España, pon rumbo al Charco de la Olla, en la localidad cacereña de Las Mestas, en la comarca de Las Hurdes. Aquí, entre montañas cubiertas de jaras y pinos, el río Ladrillar se abre paso entre un desfiladero de pizarra, creando una piscina natural tan impresionante como accesible. A diferencia de otras pozas, aquí no necesitas caminatas épicas, pues el charco está a pie de carretera, con pasarelas y puentes de pizarra que permiten pasear o tomar el sol.
El agua es cristalina, con la temperatura perfecta para soportar los calores hurdanos y, al estar formada por la confluencia de los ríos Batuecas y Ladrillar, tiene una corriente suave y relajante. Además de la propia poza, el entorno merece una visita pausada. Justo al lado hay un antiguo molino cuyos restos aún se pueden ver, y en verano encontrarás un chiringuito donde probar las delicias locales.
A un cuarto de hora de allí se encuentra el impresionante Meandro del Melero, uno de los miradores más bonitos de Extremadura, desde donde se contempla cómo el río Alagón dibuja un meandro casi perfecto entre colinas verdes. Y si tienes tiempo, date una vuelta por el municipio de Las Mesetas, una de las alquerías más encantadoras de la comarca, con sus casas de pizarra, su puente medieval y su aire de pueblo detenido en el tiempo.
Piscinas Naturales de Mutriku (Guipúzcoa)

En la costa guipuzcoana, a orillas del Cantábrico, Mutriku presume de ser uno de los pueblos marineros más auténticos y con más encanto del País Vasco. En él, además de perderse por las callejuelas de su casco histórico, declarado conjunto monumental, pasear por su puerto, uno de los más característicos del territorio, y de probar su increíble gastronomía, te podrás dar un chapuzón en sus célebres piscinas naturales de agua salada, una rareza en esta costa agreste y salvaje.
Enclavadas junto al puerto, éstas se alimentaban directamente del mar, están perfectamente integradas en el paisaje y ofrecen la posibilidad de bañarse con seguridad en pleno Cantábrico, incluso cuando afuera las olas golpean con fuerza. Son especialmente populares en verano, pero fuera de temporada también tienen encanto y bañistas. Son una opción ideal para familias y personas que quieren disfrutar de un baño relajado. Están perfectamente acondicionadas, ya que cuentan con socorrista, vestuarios y duchas durante la época estival.
Y como plan complementario, desde esta localidad también podrás descubrir el Geoparque de la Costa Vasca, con sus espectaculares flysch, formaciones rocosas que cuentan millones de años de historia geológica. ¿Te apuntas?
Punta Mujeres (Las Palmas)

Por último, nos escapamos hasta Lanzarote, donde el Atlántico y la lava se dan la mano en uno de los rincones más singulares de la isla, Punta Mujeres. Este precioso pueblo pesquero de casas blancas, de más de dos kilómetros de costa, atesora un auténtico parque acuático natural. En esta zona, el mar ha ido creando decenas de piscinas naturales entre la roca volcánica, unos protegidos del oleaje y otros más expuestos para quienes buscan emociones fuertes.
Todas ellas son ideales para todo tipo de viajeros, ya que hay charcos de todos los tamaños y profundidades, con pasarelas, zonas para tomar el sol y escaleras que facilitan el acceso. Pero, a pesar de estas pequeñas ayudas, el lugar conserva intacto su carácter genuino. Lo ideal es recorrer la costa caminando para descubrir las diferentes pozas y escoger tu favorita.
Y cuando el hambre aprieta, nada como acercarse al pequeño bar del pueblo y pedir un pescado fresco o unas papas arrugadas con mojo, ¿qué te parece? Además, Punta Mujeres está junto a dos de los lugares más emblemáticos de Lanzarote: los Jameos del Agua y la Cueva de los Verdes, dos maravillas naturales moldeadas por la lava y convertidas en espacios únicos gracias a la intervención del artista César Manrique. Así que, en tu escapada no dejes de visitarlos.
Poza de Somogil (Murcia)

Nos escapamos a la Sierra de Moratalla, dentro del Barranco de Hondares, donde se esconden los Baños de Somogil, un rincón único donde la naturaleza parece haberse esmerado para crear dos pozas espectaculares. La primera, de aguas frías y cristalinas, es perfecta para quienes buscan un chapuzón revitalizante en los meses más calurosos del año. La segunda tiene algo de magia, y es que sus aguas son termales.
Se filtran por las grietas de la piedra caliza y se mezclan con las del río, creando así una alberca natural de temperatura más templada y agradable. El acceso a este paraje requiere una pequeña caminata de poco más de tres kilómetros por un sendero cómodo y panorámico, con vistas impresionantes sobre el barranco del río Alhárabe y las cimas de caliza tapizadas de bosques de pinos, arces y sabinas. Un paseo que ya de por sí solo merece la pena.
Además, cuando llegas la recompensa es doble, el murmullo de la cascada que cae varios metros te da la bienvenida y el frescor de las piscinas rodeadas de vegetación y silencio te acompañarán durante toda la jornada. No olvides llevar escarpines o un buen calzado que te sujete el pie para evitar resbalones en las rocas húmedas. Pero, sobre todo, respeta este lugar tan especial para que siga siendo ese tesoro escondido de la Región de Murcia.
Miryam Tejada
Mi título universitario dice que soy licenciada en periodismo, pero realmente soy una todoterreno a la que le pilló la transición del mundo analógico al digital de pleno. Es decir, soy millennial, y eso lo que conlleva, según las habladurías, es que me dejo llevar y priorizo mi bienestar. O lo que es lo mismo, soy una apasionada de los viajes y las experiencias, del simple hecho de tomar unas cervezas entre amigas, organizar una buena comilona en la sociedad con sobremesa larga incluida o pasar las tardes en el parque con mis gemelos.