Nadie esperaba encontrar los museos más raros del mundo en un pueblo alicantino de 282 habitantes

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28.06.2025

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El Castell de Guadalest. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.
El Castell de Guadalest. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.

Está encaramado en lo alto de un peñón, pero llegar hasta allí no es complicado y merece mucho la pena. El Castell de Guadalest es uno de los pueblos blancos de Alicante que más asombro provoca en quienes lo visitan por muchas razones: su historia, su entorno natural, su arquitectura y, curiosamente, sus museos. Ese reclamo puede parecer más propio de una gran ciudad, aunque siempre hay excepciones que rompen las reglas y este pequeño rincón de la Comunidad Valenciana es un buen ejemplo.

El municipio, que pertenece al valle de Guadalest, está a 30 kilómetros de la costa, muy cerca de lugares de turismo playero como el mítico Benidorm y los también conocidos Calpe y Altea. Además, está rodeado por las sierras de Aitana, Xortà y Serrella, así que es fácil combinar una escapada que tenga tanto mar como montaña. Quienes quieran disfrutar de un chapuzón diferente, pueden darse un paseo desde el pueblo hasta el embalse de Guadalest, un auténtico tesoro natural.

Embalse de Guadalest (Alicante). Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.
Embalse de Guadalest (Alicante). Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.

El pueblo junto a un embalse y coronado por un castillo

El pueblo recibe su nombre de la fortaleza medieval que lo corona, conocida como castillo de San José. Data del siglo XI y estuvo en mano de los musulmanes hasta que el rey Jaime II de Aragón se lo arrebató y le donó el feudo, en 1293, al noble Bernardo de Sarriá. A partir de ahí, su posesión pasó de mano en mano a lo largo de la historia: de Sarriá al infante Don Pedro, luego a su hijo el duque de Gandía, después a la familia Cardona, el marqués de Ariza y, así, hasta el siglo XIX, cuando se suprimieron los señoríos.

Interior de El Castell de Guadalest.Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.
Interior de El Castell de Guadalest.Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.

Durante la época de los Cardona, la familia Orduña tuvo gran importancia en la vida del pueblo por el poder que ostentó. Tanto, que cuando llegó el fin de los señoríos, los descendientes vivos en aquel momento consiguieron diversos cargos políticos importantes. Incluso fuera de los límites del municipio, como Joaquín de Orduña, que fue Presidente de la Diputación de Alicante en 1856. El último de la saga falleció en 1934.

Toda esta historia, aunque es interesante, no hace sombra a lo más llamativo del pueblo: sus ocho museos. Esa cifra de galerías es elevada para cualquier municipio que no esté demasiado poblado, pero es que en El Castell de Guadalest viven actualmente 282 vecinos. Sin embargo, gracias a esta ‘fiebre expositiva’, la cantidad de personas que pasean por la localidad –que se declaró Conjunto Histórico Artístico en 1974– se multiplica. “Los museos son recursos culturales que atraen a muchos visitantes”, explican a EscapadaRural desde su oficina de turismo.

8 museos con colecciones poco comunes de los vecinos

Una característica compartida por todas estas galerías expositivas es que están dedicadas a temáticas poco comunes. Si cuando se menciona la palabra ‘museo’ una persona piensa en cuadros colgados en las paredes o esculturas en pedestales, está lejos de la realidad artística de El Castell de Guadalest. Los suyos contienen colecciones tan curiosas que algunas solo se pueden ver allí o al otro lado del planeta.

Pieza del Museo de saleros y pimenteros. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.
Pieza del Museo de saleros y pimenteros. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.

Es el caso del Museo de los Saleros y Pimenteros, que acoge más de 20.000 ejemplos de estos utensilios tan habituales en el día a día. La arqueóloga Andrea Ludden comenzó a coleccionarlos hace más de 30 años, cuando vivía en Estados Unidos. Desde el primer pimentero que compró, poco a poco empezaron a ser miles.

En 2001 abrió un museo en Texas, el primero del mundo dedicado a estos objetos. Y en 2010, inauguró el segundo, esta vez en El Castell de Guadalest. Allí se pueden ver ahora más de 20.000 ejemplares, la mayoría diferentes a los que hay en Estados Unidos (los verdaderos apasionados de estos objetos pueden organizar una ruta mundial). 

La maja desnuda de Goya pintada en el ala de una mosca

El microminiaturista Manuel Ussà tiene en el pueblo dos galerías: el Museo Microgigante y el Museo de Microminiaturas. En el primero se pueden admirar piezas como una plaza de toros creada en la cabeza de un alfiler, un cuadro del Greco pintado en un grano de arroz o un autorretrato del artista tallado en un grano de arena. Según su web oficial, posiblemente “el autorretrato tallado en piedra más pequeño del mundo”. En el segundo de los museos, hay muestras asombrosas como La maja desnuda de Goya pintada en el ala de una mosca, o una carrera de galgos grabada en un cabello.

Pieza del Museo de Microminiaturas. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.
Pieza del Museo de Microminiaturas. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.

La afición de Ricardo Fracés por los vehículos motorizados empezó a los 13 años, cuando cogió la Vespa 125 que tenía su padre. Corrían los años 60 del siglo pasado cuando, poco a poco, comenzó a componer su colección. Primero con motocicletas que encontraba por la zona del Levante, después con piezas que compraba en ferias del sector por toda España. Finalmente, después de 25 años de restauración y compilación de ejemplares, en 2003 abrió el Museo de Vehículos Históricos Valle de Guadalest, que acoge unas 140 motocicletas y varios microcoches. 

Otro gran coleccionista del pueblo fue Antonio Marco, el responsable del Museo del Belén y Casitas de Muñecas. Dicho espacio acoge, desde la primera obra que realizó el artista cuando aún tenía ocho años hasta la última, cuando ya había cumplido los 80. Las casitas de muñecas están cuidadas hasta el más mínimo detalle, pero quizá lo que más asombra es el belén ecológico de 14 toneladas de peso que está en la última planta, colocado sobre una roca natural que atraviesa el edificio. Hay que verlo para creerlo.

Museo Casa Orduña. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.
Museo Casa Orduña. Cortesía de la oficina de turismo de El Castell de Guadalest.

En El Castell de Guadalest hay otros tres museos más. Uno de ellos es el Museo Etnológico, situado en una casa excavada en la roca en el centro del pueblo. Data del siglo XVIII, y en ella los visitantes se hacen una idea de cómo era la vida del lugar en aquella época. Además, también está el Museo Histórico Medieval donde, como su nombre adelanta, hay piezas propias de la Edad Media, incluidas herramientas de tortura. 

Por último, también es recomendable visitar el Museo Municipal Casa Orduña (la poderosa dinastía mencionada anteriormente). La vivienda se construyó después del terremoto de 1644, que acabó con una parte del castillo que tuvo que ser restaurada. Desde la casa se puede acceder a la fortificación.

Después de este repaso, hay una pregunta que brilla como un neón en la oscuridad ¿Por qué hay tantos museos en este pueblo? Desde la oficina de turismo comentan que no hay “ninguna razón. Al observar que el pueblo era muy visitado, empezaron a abrir museos”. Y apuntan que todos reciben muchas visitas, no hay uno que destaque sobre otro. Solo queda acercarse hasta El Castell de Guadalest y disfrutar de las exposiciones más insólitas de España.

Perfil Carmen López, periodista

Carmen López

Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.

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