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Pitufina, Papá Pitufo y Pitufo Estudiante experimentaron hace algo más de un año lo que muchas personas han tenido que sufrir por culpa de la crisis inmobiliaria: se tuvieron que mudar de casa. Ocurrió en Júzcar (Málaga), que había conseguido el título de Primer Pueblo Pitufo del Mundo cuando se estrenó la película Los Pitufos 3D en 2011. Pero las leyes del mercado parece que lo dirigen todo y, cinco años después, la localidad dejó de tener los derechos de uso de los personajes que habían obtenido. Aunque las figuras gigantes de los muñecos azules permanecieron en su hogar durante bastante tiempo, finalmente el desalojo fue inevitable.
En 2024, este municipio de la serranía de Ronda tenía 228 habitantes. Hasta ese momento y desde que dejó de ser uno de los pueblos blancos de Andalucía para teñirse de azul, el número de personas que transitaban por sus calles se multiplicó gracias al turismo «pitufero». Un reclamo que no querían ni podían perder, ya que ese color fue uno de los factores que salvó a la localidad de quedar deshabitada.
Por eso, los vecinos se pusieron manos a la obra y convirtieron su hogar en La aldea azul. No solo dejaron las paredes de sus casas del mismo color, sino que crearon sus propios personajes para representar al pueblo. Con ellos y con los dibujos que comenzaron a aparecer en las fachadas, han puesto en valor la flora y la fauna de la zona, una nueva forma de atraer y educar a los visitantes.

Así nació Castañito, la mascota de la localidad diseñada por Ivan Sastre Pascual que, junto a la farmacéutica Pilar Tabuyo y otra vecina, inventaron un cuento para explicar la historia del lugar. Como su propio nombre indica, el personaje está inspirado en las castañas que inundan el valle del Genal en otoño y son parte de su identidad. Asimismo, también nacieron las «juzcaritas», unas setas que están en el mirador de la de la Torrichela.
Además, el ayuntamiento, junto a la Diputación de Málaga, instaló por las diferentes calles y rincones del pueblo grandes figuras representativas de la fauna de la zona: nutrias, cervatillos, un martín pescador o águilas. Este mes de julio se estrena una nueva película de Los Pitufos y, pese a que estos ya no viven en Júzcar, el sitio aún lleva sus colores aunque tenga nuevos inquilinos. Posiblemente, el filme dirija muchas visitas a La aldea azul.
Chelva, otro ejemplo azul

Júzcar no es el único pueblo con sus calles teñidas de añil. En el interior de Valencia hay un lugar que recuerda al famoso Chauen de Marruecos, se trata de Chelva. Si bien no es exacto decir que está completamente pintada de azul, sí tiene muchas fachadas de dicho color en su casco antiguo. En principio, este tono –conocido allí como ‘azulete’– está pensado para ahuyentar a los mosquitos y refrescar la localidad.
Ubicada en la zona del Alto Turia y declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, Chelva es un ejemplo de cómo varias culturas y religiones pudieron convivir durante un tiempo. Es el caso de los cristianos, los musulmanes y los judíos, que vivieron en esta localidad durante el siglo XVII. De ahí que se lo conozca como un pueblo multicultural.
La Ruta de las Tres Culturas permite conocer todos los tesoros que los antepasados dejaron en la zona. Por ejemplo, el portal de San Cristóbal, en el barrio andalusí de Benacacira, donde se encontraba la antigua medina musulmana. Ahí abunda el azulete acompañado del color blanco, que ha dado fama al pueblo. También está la ermita de la Soledad, un templo erigido sobre una antigua mezquita. Mantuvo su aspecto original hasta años después de la expulsión de los musulmanes por parte de los cristianos, pero en el siglo XVIII se reformó y adoptó la forma que tiene ahora. Además, su advocación cambió de San Pedro a la Virgen de la Soledad, porque en su interior había una imagen suya a la que se le profesaba una gran admiración.

También es recomendable visitar el Museo Arqueológico de Chelva, antes de llegar al barrio de las Ollerías. Se llama así porque, en el siglo XIV, había hornos que los vecinos utilizaban para fabricar cerámica. Es la zona cristiana del pueblo. El camino prosigue hasta el palacio Vizcondal, que obtuvo la denominación de Bien de Interés Cultural en 2006, y continúa por los vestigios de las antiguas murallas medievales. Allí se hospedó el Vizconde de Chelva en el siglo XIV. En su interior aún se conserva el alcázar almohade del siglo XII.
El paseo se dirige al barrio judío del Azoque, lleno de callejones estrechos entre los que perderse. Después de pasar por el Consejo de la Villa, un edificio del siglo XVI y de estilo renacentista, se accede al barrio del Arrabal a través del portal del Azoque. Allí está la ermita de los Desamparados, que se erigió después de la muerte del Vizconde en esas calles por su romance con una vecina musulmana. En ese mismo lugar también estaba la mezquita de Benaeça, sobre la que se construyó la ermita de la Santa Cruz. Vestigios de una época y una manera de convivir de la que aún hay mucho que aprender.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.