Hay días en los que el cielo decide visitarnos, y se enreda entre las ramas de los árboles, los tejados y los senderos. En esos momentos, lo que parecía una nube lejana se convierte en una compañera de paseo, cubriéndolo todo con un manto blanco y silencioso.
Por ello, salir a la mañana temprano y caminar entre la bruma o contemplar un mar de nubes desde un alto es una de esas experiencias que te dejan con la boca abierta y te reconcilian con la naturaleza más pura. En este artículo te invitamos a organizar una escapada de lo más curiosa, te llevamos a siete lugares de España donde la niebla y los mares de nubes no son un fenómeno raro, sino un visitante habitual.
Serra del Cadí (Barcelona)

En la frontera entre el prepirineo y pirineo catalán, la Serra del Cadí no necesita filtros. Es uno de esos lugares donde las nubes no se conforman con flotar, sino que se deslizan por los hayedos y “arrasan” con todo lo que se encuentran por el camino. Aquí es habitual que la niebla lo envuelva todo a primera hora del día y vuelva a hacer acto de presencia al caer la tarde, tiñendo el paisaje de un misterio natural.
Cuando este fenómeno aparece, la vista desde lugares como el Coll de Pal o el mirador de Gresolet ofrece un espectáculo sin igual. Es como si los cúmulos ascendieran desde los valles intentando trepar la roca que tanto caracteriza a esta sierra y se quedara atrapada en las laderas. Además, y como dato viajero, si te gustan las postales rurales, no podrás perderte Josa de Cadí, un diminuto pueblo de piedra que parece suspendido en el tiempo
Valle del Ambroz (Cáceres)

Nos escapamos hasta el Valle de Ambroz, en el norte de Cáceres, para experimentar en primera persona sus nubes bajas, las que se cuelan entre los castañares, nogales y robledales, regalando estampas que parecen sacadas de una película de aventuras.
La zona te brindará la posibilidad de realizar alguna de sus rutas senderistas, como el recorrido entre Hervás y La Garganta o el ascenso a Puerto de Honduras, desde donde podrás ver cómo las nubes se desploman lentamente sobre el valle. Aquí se celebrarán los días nublados, ya que quedarse en casa no es una opción. ¿El plan? Salir a caminar y “flotar” entre árboles centenarios envueltos en niebla.
Nubes en el Parque Rural de Anaga (Tenerife)

Está claro que en el Parque Rural de Anaga, en el noreste de Tenerife, la niebla es un habitante habitual más. Tanto que incluso forma parte del ecosistema. Gracias a ella, la vegetación se mantiene verde durante todo el año. Y es que aquí las nubes no pasan de largo, se quedan, se enredan entre sus bosques de laurisilva y bajan por las laderas como si buscaran algo.
Desde el Mirador del Pico del Inglés, situado en el techo del verde macizo de Anaga, o el sendero del Bosque Encantado, la sensación es la de estar caminando por dentro de un lugar muy, muy especial y con mucha fantasía. ¡Diferente!
Valle de Sajambre (León)

Enclavado entre los Picos de Europa y los bosques profundos de León, el Valle de Sajambre guarda la calma de los lugares poco transitados. Sus pueblos, como Oseja o Soto, viven al ritmo de las estaciones del año, y en los meses fríos, la niebla se convierte en una presencia habitual. Pero, ¡cuidado! porque aquí las nubes bajan en serio, se deslizan desde las cumbres, cubren los prados e incluso hacen desaparecer pueblos enteros.
Principalmente eso ocurre por las mañanas, cuando aún todos duermen. Por ello, la recomendación es ir al alto del puerto de Pontón y disfrutar de este magnífico espectáculo, las nubes se quedan atrapadas en el fondo y las montañas se alzan sobre ellas. No te olvides de la cámara de fotos o el móvil porque seguro que querrás inmortalizar el momento.
Sierra de Aracena (Huelva)

Nos escapamos hasta el norte de la provincia de Huelva, a la Sierra de Aracena, para despertar una mañana más envueltos en niebla. Ésta se desliza por los valles, se cuela entre los cercados y parece no querer molestar. ¡Al contrario! Sus paisajes de suaves colinas y dehesas se transforman, y su estampa idílica enamora a todo aquel que visita esta zona.
Además, de un momento a otro la bruma desaparece y deja paso a un día limpio y brillante que podrás disfrutar en localidades tan características y auténticas como Linares de la Sierra, Alájar o Castaño del Robledo.
Selva de Irati (Navarra)

En la Selva de Irati la niebla no molesta, al contrario le aporta carácter y personalidad al lugar. Se trata de uno de los hayedos-abetales más grandes y mejor conservados de Europa, o lo que es lo mismo un espectáculo de la naturaleza de obligada visita. En cualquier época del año, no existe una estación específica, las nubes bajan y la experiencia se multiplica por mil.
Caminar por esta selva es como desaparecer del mundo. Es una sucesión de árboles altos, musgo húmedo y un aire denso que parece sacado de un cuento de hadas. El municipio de referencia es Ochagavía, y desde aquí parten varios senderos para dejarse “perder” y disfrutar de este fenómeno en todo su esplendor.
Valle de Tena (Huesca)

Concluimos esta particular ruta en uno de los valles más bonitos del Pirineo aragonés, el Valle de Tena. Este rincón de la provincia de Huesca, entre montañas de postal, ibones y pueblos de piedra, se transforma con frecuencia en un escenario de altura donde las nubes quedan atrapadas en el fondo de las vaguadas.
Al amanecer o tras una nevada es fácil encontrar bancos de niebla estancados, mientras en los miradores, como el de Hoz de Jaca, el sol brilla con intensidad. Las rutas desde Panticosa o hacia el Ibón de Piedrafita te brindarán estampas de esas que uno se guarda para siempre.
Miryam Tejada
Mi título universitario dice que soy licenciada en periodismo, pero realmente soy una todoterreno a la que le pilló la transición del mundo analógico al digital de pleno. Es decir, soy millennial, y eso lo que conlleva, según las habladurías, es que me dejo llevar y priorizo mi bienestar. O lo que es lo mismo, soy una apasionada de los viajes y las experiencias, del simple hecho de tomar unas cervezas entre amigas, organizar una buena comilona en la sociedad con sobremesa larga incluida o pasar las tardes en el parque con mis gemelos.