Hay personas que lo tienen claro, para ellas el verano significa playa. Otras, sin embargo, prefieren la montaña. Y luego estás tú. Tú, que por la mañana sueñas con meter los pies en la arena, darte un chapuzón en el mar y oler a salitre. Pero por la tarde ya te imaginas subiendo una colina, caminando entre pinos o cenando en una terraza con vistas a un valle.
Así que, ¿por qué elegir? Para ti, que lo quieres todo, hemos preparado este listado de escapadas dobles: lugares donde el mar y la montaña están a un paso.
Llanes y los Picos de Europa (Asturias)

Nos escapamos hasta la localidad asturiana de Llanes para disfrutar de una mañana de playa. ¿La elegida? La playa de Torimbia, una de las más bonitas del norte de España, con forma de concha, aguas cristalinas, arena dorada y resguardada por unos bellos y verticales acantilados. A mediodía, no podrás pasar por alto probar el tradicional cachopo con un culín de sidra en algún chigre de la villa marinera. Además de conocer su casco antiguo, declarado Conjunto Histórico-Artístico, gracias a sus magníficas casas de indianos y su pintoresco puerto.
Y ya por la tarde, en menos de una hora, podrás visitar el Parque Nacional de los Picos de Europa y su principal reclamo, Covadonga, los lagos y todo su entorno. Un marco natural único que te regalará vistas y paisajes que te dejarán huella. ¿Te apuntas?
Cadaqués y el Cap de Creus (Girona)

Cadaqués, en la comarca gerundense del Alt Empordà, tiene algo de película francesa, arraigo mediterráneo y mucho de paraíso artístico. El plan comienza con un baño en la playa de Portlligat, una de las más conocidas de la Costa Brava, pues es donde se encuentra la Casa-Museo Salvador Dalí, la residencia habitual del pintor.
Y por la tarde, después de haber comido en una terraza con vistas al mar y haber descubierto su encanto marinero con sus casas blancas y sus estrechas calles empedradas llenas de plantas y flores de colores, te recomendamos conducir entre acantilados hasta el Parque Natural del Cap de Creus, donde la tierra se retuerce en formas imposibles y el viento es el gran protagonista. Si te animas, una caminata hasta el faro viendo el atardecer es el mejor broche final que podrías añadir a esta escapada.
Zumaia y el Parque Natural de Pagoeta (Guipúzcoa)

La localidad guipuzcoana de Zumaia es famosa por sus flysch, unas formaciones rocosas que parecen páginas de un libro de historia de la geología. Pero también por su litoral salvaje y sus frías aguas bañadas por el mar Cantábrico. Por ello, aquí la idea es caminar entre acantilados y bañarte en la playa de Itzurun con vistas a la ermita de San Telmo, localización conocida por haber sido escenario de la película Ocho apellidos vascos.
Después de haber degustado un buen pescado a la parrilla o una chuleta acompañada de una copa de txakoli, pondrás tierra adentro, y a menos de 30 minutos, te plantarás en el Parque Natural de Pagoeta, un paraíso de senderos entre hayas, caseríos tradicionales, molinos restaurados como el de Agorregi y hasta jardines botánicos escondidos.
Almuñécar y la Alpujarra (Granada)

Quizá esta combinación entre mar y montaña sea de las más sorprendentes. Comenzamos la mañana en la localidad de Almuñécar, en la Costa Tropical, donde podrás desayunar mango y darte un buen chapuzón en las aguas cristalinas de las playas de Velilla o San Cristobal.
Al caer la tarde, cambiarás el bikini por la rebeca, y te pondrás al volante para tomar la carretera serpenteante hacia el interior, y en menos de una hora, estarás en otro mundo, en La Alpujarra. Un mundo que parece sacado de una postal morisca, con sus correspondientes y preciosos pueblos blancos como Pampaneira y Capileira, rodeados de agua que corre por las acequias y tejados planos que desafían las pendientes imposibles de Sierra Nevada.
¿Qué te parece este contraste en la provincia de Granada?
Peñíscola y la Sierra de Irta (Castellón)

Hay que reconocer que Peñíscola es un pueblo idílico, con su castillo templario asomado al mar como si vigilara el horizonte desde hace siglos, sus playas familiares e infinidad de callejuelas con encanto que te invitan a conocer esta villa llena de historia. Por ello, por la mañana un baño y un paseo relajante es el mejor plan posible.
Y ya, cuando el sol empieza a despedirse, el escenario cambia. Y es que junto a Peñíscola se encuentra la Sierra de Irta, un tesoro de 13 km de costa virgen que todavía permanece intacta con acantilados, calas escondidas y solitarias, olor a romero y senderos que te conducirán entre pinos y vistas al Mediterráneo.
Laredo y el Alto Asón (Cantabria)

El municipio cántabro de Laredo te da la bienvenida con su inmenso arenal que parece no acabarse nunca. Aquí el día empieza entre dunas, surfistas y paseos por la Playa de La Salvé. Lo justo es combinar un baño con su patrimonio histórico y cultural. Hay que perderse por sus calles de la Puebla Vieja, su casco antiguo, pasear entre casonas y palacios de gran valor arquitectónico y entrar en la Iglesia de Santa María de la Asunción, en lo alto de la villa, en la que te espera uno de los retablos más bellos del arte flamenco del país. Y, por supuesto, unas rabas para acompañar al aperitivo están justificadas.
Pero al caer la tarde, y en apenas una hora todo cambia. El Alto Asón te recibirá entre montañas, desfiladeros que se estrechan, pueblos diminutos y rutas como la del Nacimiento del Río Asón o las Cuevas de Coventosa.
Mazarrón y la Sierra de las Moreras (Murcia)

La localidad murciana de Mazarrón tiene algo que te descoloca, y la “culpable” es la playa de Bolnuevo. Aquí el chapuzón es con vistas a un escenario salvaje, donde la erosión constante del viento y el agua ha conseguido tallar caprichosas figuras en la roca arenisca. Un impactante paisaje estriado y amarillento que, por su belleza peculiar e interés científico, es considerado Monumento de Interés Natural. De hecho, los más entusiastas identifican este paisaje como Capadocia murciana. Pero Mazarrón es mucho más, y su historia le delata. Su costa fue frecuentada por comerciantes fenicios, por pescadores de todas las épocas y por los antiguos mineros.
Una escapada de sol, playa y cultura que por la tarde combinarás con su cercana Sierra de las Moreras. Un Paisaje Protegido que podrás recorrer con una mochila ligera y con ganas de caminar y perderse entre senderos.
Miryam Tejada
Mi título universitario dice que soy licenciada en periodismo, pero realmente soy una todoterreno a la que le pilló la transición del mundo analógico al digital de pleno. Es decir, soy millennial, y eso lo que conlleva, según las habladurías, es que me dejo llevar y priorizo mi bienestar. O lo que es lo mismo, soy una apasionada de los viajes y las experiencias, del simple hecho de tomar unas cervezas entre amigas, organizar una buena comilona en la sociedad con sobremesa larga incluida o pasar las tardes en el parque con mis gemelos.