Hay días en los que simplemente lo único que te apetece es no hacer nada. Donde el mejor plan es el “no-plan”. Y para esos momentos, existen pueblos donde no pasa nada. Y eso es maravilloso. En esos lugares lo más emocionante del día puede ser ver pasar al rebaño por la plaza o comprobar que la panadera hoy ha hecho magdalenas rellenas de chocolate blanco.
Aquí no hay estrés, ni colas, ni atascos. No encontrarás museos interactivos, ni tiendas de souvenirs con infinidad de postales e imanes. Lo que sí hay son cafés que se enfrían mientras hablas de la vida, bancos a la sombra donde disfrutar de una buena lectura y gente que te saluda sin conocerte.
Por ello, hemos elaborado una lista de municipios donde no pasa nada. Un concepto que se convertirá en tu escapada de desconexión favorita.
Bubión (Granada)

Enclavado en pleno corazón de la Alpujarra granadina, el precioso municipio de Bubión cuelga del barranco de la Poqueira enamorando a todo aquel que lo visita. Su arquitectura, propia de los poblados bereberes, está formada por calles empedradas y empinadas y viviendas escalonadas con tejados planos de pizarra que se han ido adaptando a su orografía.
Para conocer su patrimonio monumental lo mejor es dar una paseo por sus callejuelas y estirar las piernas hasta llegar a la plaza del pueblo. Aquí podrás leer sin interrupciones, dormir a pierna suelta, caminar, si te apetece hacer algo de actividad física hasta la localidad vecina, o simplemente fijar la vista en el horizonte y deleitarte con sus vistas y atardeceres.
Almonaster la Real (Huelva)

Ubicado a solo 20 km de Aracena, a 100 de la capital onubense y a 40 km de la frontera con Portugal, se halla el municipio de Almonaster la Real. Ya solo su privilegiada situación geográfica le proporciona un aura incomparable.
Esta villa envuelta en la naturaleza más pura, esa que protagonizan los paisajes de bellas dehesas que tan bien define al Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, atesora la única mezquita andalusí que se conserva prácticamente intacta en un entorno rural.
Pero tranquilos con vuestra escapada, aquí raro será encontrar guías con micrófono ni grandes grupos guiados por paraguas. El silencio, la sombra y el olor a jamón serán tus grandes aliados. Su plaza mayor es perfecta para sentarse y contemplar. Y si te apetece hablar, el bar del pueblo es la mejor red social. Allí te contarán todo lo que ha pasado mientras degustas los sabores de la tierra.
Puente del Congosto (Salamanca)

A veces solo necesitas un puente medieval, un río y un castillo para disfrutar de una escapada rural tranquila. Y eso es precisamente lo que encontrarás en la localidad salmantina de Puente del Congosto. Una villa de apenas 200 habitantes que destaca por su impresionante patrimonio histórico y su idílico entorno natural.
Su origen medieval se refleja en dos joyas arquitectónicas declaradas Bien de Interés Cultural: el Castillo de los Dávila, construido entre los siglos XII y XIII y ampliado en el XIV para controlar la antigua ruta de la Calzada de la Plata y el puente fortificado sobre el río Tormes, diseñado para cobrar peaje a lo largo de la Cañada Real Soriana Occidental.
De todas formas, aquí el tiempo se mide en siestas largas, paseos cortos y conversaciones con aficionados a la pesca.
Además, la localidad también te brindará rutas de senderismo, en bici, piraguas o baños en piscinas naturales perfectas para refrescarse en verano.
Aín (Castellón)

Nos escapamos hasta el pequeño municipio de Aín, situado en una de las zonas de montaña de Castellón con más valor paisajístico, el Parque Natural de la Sierra de Espadán. Nada más poner un pie en esta localidad te llamará la atención su entramado zigzagueante de origen morisco, lleno de callejuelas con flores, cuestas y casas encaladas, muchas de ellas con ventanas, puertas y balcones pintados de azul.
Pero sin duda, su mayor atractivo es la tranquilidad de la que gozan sus vecinos. Su entorno es perfecto para quién quiera desaparecer, por unos días, del mapa, ya que ofrece infinidad de planes como senderismo, birdwatching en la sierra o la ruta del agua salpicada de cascadas y fuentes.
Y no podrás decir adiós a Aín sin antes haber probado su paella de montaña o su arroz caldoso. Incluso sin llevarte una botella de aceite de oliva de la tierra.
Torazu (Asturias)

Torazu ha ganado premios por ser bonito, limpio y acogedor. Pero lo que no dice ningún galardón es lo bien que se está allí practicando el noble arte de no hacer nada. Esta pintoresca parroquia asturiana, que cuenta con unos 247 habitantes, destaca por su arquitectura rural y la conservación de sus tradiciones.
Recorrer esta localidad es sumergirse en sus calles adoquinadas entre hórreos, paneras talladas y preciosas casas de indianos que evocan tiempos mejores. En tu paseo no podrá faltar la visita a la imponente iglesia de San Martín el Real y la capilla de Nuestra Señora de la Sierra, escenario de leyendas y romerías como la del Carmen.
Y, por supuesto, no olvides meter en tu maleta ropa cómoda porque aquí el plan perfecto es salir a caminar y conectar con la naturaleza. Los verdes paisajes harán que tus revoluciones bajen y desconectes completamente.
La Hiruela (Madrid)

Escondido en la Sierra del Rincón, al norte de la Comunidad de Madrid, este pueblo con apenas 60 personas censadas se ha ganado a pulso su fama de rincón tranquilo, casi secreto. Sus casas de piedra y madera, sus calles empedradas, el antiguo molino o las huertas comunales son su mayor atractivo. Los senderos que salen de La Hiruela, como la Senda de los Oficios de la Vida o la del Molino, te invitarán a pasear sin mirar el reloj, a descubrir castañares, arroyos y colmenas tradicionales.
Y si el paseo te abre el apetito, podrás sentarte en una terraza a comer unas migas o cabrito asado, mientras piensas si te apetece echarte una siesta o simplemente seguir contemplando el paisaje.
Miryam Tejada
Mi título universitario dice que soy licenciada en periodismo, pero realmente soy una todoterreno a la que le pilló la transición del mundo analógico al digital de pleno. Es decir, soy millennial, y eso lo que conlleva, según las habladurías, es que me dejo llevar y priorizo mi bienestar. O lo que es lo mismo, soy una apasionada de los viajes y las experiencias, del simple hecho de tomar unas cervezas entre amigas, organizar una buena comilona en la sociedad con sobremesa larga incluida o pasar las tardes en el parque con mis gemelos.