Calle de Tàrbena (Alicante). Por MiguelAngel

Las lenguas son una parte importante del patrimonio cultural de los territorios que visitamos. Y como pasa en todas ellas, el catalán o valenciano presenta unas variedades lingüísticas propias. Hay palabras que cambian, pronunciaciones, conjugaciones verbales, etc., y algunos de estos rasgos delatan claramente de dónde es la persona hablante. Quien habla con el artículo “salat” (salado) está claro que viene de las Islas Baleares… ¿o no?
Nos adentramos en los pueblos valencianos que hablan una lengua claramente marcada por la influencia del mallorquín. Se trata de las comarcas del sur de Valencia y del norte de Alicante. Aquí se ha preservado esta curiosa forma de comunicarse durante siglos debido a la repoblación procedente de las islas allá por el siglo XVII.

Hay muchos pueblos entre Valencia y Alicante donde, en lugar de decir los artículos “la” y “el”, emplean la forma mallorquina “sa” y “es”. No es por moda ni por hacerse los diferentes, todo tiene una explicación histórica. El 22 de septiembre de 1609, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de España. Eran los descendientes de los musulmanes que vivían en la península ibérica y que fueron obligados a convertirse al cristianismo a partir de 1520. La drástica medida afectó a unas 300.000 personas. Si tenemos en cuenta que entonces la población total eran unas 8,5 millones de personas, se ve la magnitud de este éxodo forzado.
Los primeros obligados a marchar fueron quienes vivían en el Reino de Valencia. Aunque intentaron resistir, acabaron siendo deportados en barco vía Dénia y rumbo al norte de África. Esto dejó grandes zonas deshabitadas y muchos señores se quejaron de que se habían quedado sin mano de obra para trabajar sus tierras. Por ello, se incentivó la migración de personas de Mallorca, una isla que se estima que llegó a perder alrededor del 10% de su población.
La expulsión de los moriscos dejó grandes zonas deshabitadas y muchos señores se quejaron de que se habían quedado sin mano de obra para trabajar sus tierras. Por ello, se incentivó la migración de personas de Mallorca, una isla que se estima que llegó a perder alrededor del 10% de su población
La sustitución demográfica no estuvo exenta de polémica, ya que hubo locales que vieron a los nuevos colonos como competencia laboral y reaccionaron con burlas hacia su habla “salada”. Así que algunos recién llegados intentaron ocultar sus orígenes. En otros pueblos, en cambio, los nuevos habitantes exhibían con orgullo de dónde venían. Gracias a ellos, se ha preservado su habla hasta nuestros días, cuatro siglos después.

Tàrbena, pueblo clave para la preservación de esta curiosidad lingüística
Al margen de la presencia mallorquina actual en el habla, la repoblación de familias baleares se llevó a cabo, sobre todo, en las comarcas valencianas de la Marina, la Safor y el Comtat. En menor medida, también llegó a otras como la Ribera, la Vall d’Albaida y la Canal de Navarrés. Los nuevos colonos desembarcaban en Dénia y se dirigían hacia el interior montañoso, siendo el valle de Gallinera su camino natural de migración.
Entre todos los lugares en los que se puede escuchar el artículo “salado” destaca, en la actualidad, Tàrbena. Es un pueblo con un encanto especial a 27 kilómetros de Benidorm, rodeado de montañas y considerado “el mirador de la Marina Baixa”. Aquí ha prevalecido el orgullo de los orígenes insulares, en el que se reivindica y se celebra, se impulsan estudios y actos de divulgación y lúdicos. Incluso está hermanado con el pueblo mallorquín de Santa Margalida desde 1997. Siguieron sus pasos, poco después, las cercanas Vall d’Ebo y Xaló.
Cuatro siglos después, todavía se escucha “es cotxe” (el coche) o “sa finestra” (la ventana)
Así que en Tàrbena hoy todavía se escucha es cotxe (el coche), sa finestra (la ventana) o ses campanes (las campanas). Además del artículo salado, se usan otras características propias de la lengua de las Islas Baleares como el artículo demostrativo aqueix. De hecho, Tàrbena es la sede del Centre d’Estudis de Repoblació Mallorquina (CERM), una entidad que canaliza todas las acciones relacionadas con el tema en el territorio valenciano.
En Tàrbena también impulsan un concurso literario “en taberner”, como se conoce a su peculiar variedad dialectal. Como curiosidad y fruto de este renovado orgullo por las raíces, hace pocos años cambiaron el nombre del colegio público del pueblo para “salarlo”: Ses Escoles. Incluso celebran sus orígenes con Sa Festa des Parlar de Sa todos los años el primer sábado de junio. Una buena excusa para acercarse a conocer esta curiosidad lingüística y cultural.

Antes esta forma diferente de hablar se veía con burla o como una expresión incorrecta y los locales “escondían” el artículo salado en cuanto salían del pueblo. Pero la diversidad –también la lingüística– es riqueza. Así que, afortunadamente, la investigación y el trabajo del pueblo han conseguido que hoy el valenciano salat de la zona esté apoyado por diferentes académicos y por la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), que es la institución oficial encargada de la normativa del idioma autóctono.
Conocer Tàrbena y la zona marcada por la influencia mallorquina
Si algo caracteriza la zona valenciana que fue repoblada por mallorquines tras la expulsión de los moriscos, es su abrupto relieve montañoso y el carácter rural de sus pueblos. Así que es un destino habitual para quienes buscan una escapada tanto cultural como con contacto con la naturaleza. En el casco urbano del pueblo es interesante pasear por sus calles, visitar la iglesia de Santa Bárbara del siglo XVIII o el Museo Etnológico que está en la Casa de la Cultura (donde se explican los oficios y procesos agrícolas que han marcado la historia de Tàrbena).

En los alrededores está Sa Caseta des Moros, una alcazaba de época mudéjar (siglo XII) que está reconocida como Bien de Interés Cultural (BIC). Hay una ruta corta de apenas 2 kilómetros que podemos hacer a pie en un tranquilo y bonito paseo desde el pueblo, entre bosques de carrascas y antiguos campos de cultivo. Como está en el Tossal de Santa Bárbara, a 697 metros de altura, regala unas preciosas panorámicas del entorno de la Marina Baixa.

Otros atractivos para senderistas que se pueden conocer en la zona marcada por el hablar mallorquín son la ruta del Barranc de l’Infern o Catedral del Senderismo en la Vall de Laguar. También podemos ascender a uno de los hitos montañeros más conocidos de la Vall de Gallinera como es la Penya Foradà. Se puede subir desde Alcalà de la Jovada, Alpatró, La Carroja o Benitaia.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Me has podido leer en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia, El Salto y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. También soy un intento de baserritarra.