El puente colgante de Jánovas, el último del siglo XIX en España
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04.02.2025
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En 2017, el Gobierno de Aragón ratificó la declaración del puente colgante de Jánovas, el último del siglo XIX en España, como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Monumento. Un título que no se visualizaba en su horizonte futuro cuando lo construyeron, pero resulta que las vicisitudes políticas y empresariales que limitaron su uso han hecho que se conserve en un estado óptimo. Es toda una rareza dentro de su sector, pero es que la historia en la que se enmarca el nacimiento de este puente de Huesca es digna de ser contada.
La fecha de construcción del puente colgante de Jánovas data de 1881 y, en la actualidad, es el único de su tipo que conserva sus estructuras originales. Incluso los cuatro cables formados por unos 80 alambres colocados en paralelo, según un sistema ideado por los hermanos Seguin. Es bastante posible que ellos fuesen los responsables de la edificación de este paso elevado sobre el río Ara.
El mejor conservado de sus características
Además de los cables, realmente llamativos, el puente tiene péndolas, un tablero de madera y dos estribos de cinco metros de alto sobre los que se elevan dos torres de tres metros de altura. En la parte superior de cada una de ellas se puede encontrar una pieza oval de fundición con la fecha de 1881. El sobrenombre de ‘último del siglo XIX’ no es un decir popular, sino que es una indicación que proviene de la Dirección General de Patrimonio.
El de Jánovas no fue el único puente colgante que se levantó en el país, ni mucho menos, pero el resto no superaron tan bien el paso del tiempo. España siguió la tendencia de Europa y llegó a tener hasta una decena de ellos, pero factores como fallos en la seguridad o la Guerra Civil dejaron a la mayoría inservibles. El que sigue al oscense es el puente colgante de Vizcaya, que data de 1883. Sin embargo, no es exactamente el original, que voló por los aires durante la contienda y se reconstruyó en 1941, con mucha precisión, eso sí.
Jánovas, una historia de pérdida para nada
Este puente colgante, que unía ambas orillas del río Ara, logró conservarse mejor que sus homólogos debido a que dejó de usarse. El motivo, como ocurrió en muchos pueblos españoles durante mediados del siglo pasado, fue la expropiación que el gobierno franquista impuso a los habitantes del pueblo para construir un embalse en la zona. La infraestructura, que en principio no afectaba al puente, sí cubriría de agua los pueblos pirenaicos de Jánovas, Lacort y Lavelilla.
Como decimos, no es un ejemplo único en el país, que en aquellos años se llenó de embalses que se alimentaban con las aguas de ríos y manantiales. A su función original de abastecimiento o de generación de energía, ahora también se le une la de dar información precisa de la gravedad de los periodos de sequía a la ciudadanía (el estado de su capacidad se puede consultar en internet a tiempo real).
La cuestión es que, cuando se aprobó el proyecto para construir un embalse en el territorio de Jánovas, cuya obra iba a llevar a cabo la empresa Iberduero, los vecinos se vieron obligados a abandonar sus posesiones e irse del lugar. Algunos de ellos se opusieron a aquella expropiación obligatoria que les expulsaba de sus hogares. Presentaron tal resistencia que el gobierno incluso llegó a utilizar dinamita para volar ciertas casas y sacar a la fuerza a los más obstinados.
Fue un caso que recibió mucha atención mediática por la fiereza de los implicados. Pero, para colmo, aquel desplazamiento forzoso que tanto malestar causó a los vecinos del pueblo fue en vano. La empresa retrasaba cada vez más el inicio de las obras por cambios en el proyecto y, aunque la expulsión de todas las familias llevó décadas –la última se fue en 1984–, parecía que la prisa no era necesaria. De hecho, no habría hecho falta nada de todo aquello.
Un regreso complicado
El paso de los años mostró que el plan de construir un embalse se había quedado obsoleto y que suponía un gasto de dinero demasiado grande. Además, ya comenzado el siglo XXI, la cuestión medioambiental ya tenía peso en los planteamientos de las obras públicas y los informes mostraron que, por esa parte, tampoco era aconsejable acometer la construcción.
Al final, en 2005 el Ministerio de Medio Ambiente descartó definitivamente el proyecto. Tres años después, la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que era la responsable inicial de todo el entramado, comenzó a contactar a los vecinos y descendientes que se tuvieron que ir de Jánovas a mediados del siglo pasado para devolverles sus propiedades. Pero el mal hace ya tiempo que estaba hecho, y el pueblo, deshabitado.
A día de hoy, algunas de las casas de Jánovas, que actualmente pertenece al municipio de Fiscal, se han vuelto a levantar. Pero no se puede comparar, ni mucho menos, lo que hay ahora con lo que en su día fue el pueblo. Los vecinos y sus descendientes llevan muchos años de lucha para recuperar lo que les corresponde, con pleitos de por medio. Pero no decaen.
El puente colgante de Jánovas, que se ha convertido en todo un reclamo turístico, es un recordatorio de lo que no tenía que haber sido, pero también un símbolo de la resistencia de un pueblo. Quien pase por Jánovas a admirar la estructura decimonónica que cruza el río Ara por las alturas, también conocerá la historia –disparatada e injusta– de ese lugar y sus habitantes.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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