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En la comarca de La Vera, la palabra ‘garganta’ es polisémica: sirve para designar una parte del cuerpo humano, una poza de agua y para dar nombre a uno de sus pueblos: Garganta la Olla. Un pequeño rincón de Cáceres que fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1978 y que tiene el poder casi mágico de transportarnos al pasado a través de su arquitectura y su cultura.
Uno de los principales atractivos es, como suele pasar en este rincón de Extremadura, la arquitectura tradicional de sus edificios, que se encuentran en perfecto estado de conservación. Sus rasgos más característicos son sus entramados de madera, el mismo material con el que están elaboradas algunas de las robustas columnas que sostienen sus soportales. Aunque para mantener estas construcciones en pie a lo largo de los años se han usado elementos nuevos, el aspecto original se ha respetado.
Esta parte de la localidad se conoce como La huerta o judería porque, como su nombre indica, la comunidad judía estableció allí sus residencias. Sin embargo, este barrio no comparte características con otros de Garganta la Olla, pues estaban alejados o separados de la comunidad cristiana por muros.

Casas que tienen nombre
Además de las viviendas populares del pueblo, en Garganta la Olla abundan las que tienen ‘nombre’. Sin ir más lejos, en este barrio está la Casa de la Seda, donde se comerciaba con este tejido destinado a vestir a quienes se lo podían permitir. También destaca históricamente por ser residencia ocasional de los duques de Alba.
La Casa de las Muñecas es otra de las referencias del lugar, aunque su historia es bastante menos agradable: este edificio pintado de azul y con figuras de mujeres cinceladas en la piedra (las muñecas) fue un prostíbulo. Se dice que el responsable de su apertura y funcionamiento fue Carlos V, que paraba por allí con sus acompañantes cuando estaban por la zona. Aunque este es el más reconocible, en la aldea había otros dos establecimientos similares.

Carlos V también tiene relación con otra edificación célebre de la localidad: la Casa de Postas. Construida en 1576, su función era la de posada para las personas que pasaban por el pueblo y no tenían alojamiento propio. La fecha de construcción está grabada en el capitel de una columna y, además, también tiene tallada la oración ‘Ave María Puríssima’, como en otras edificaciones del pueblo.
Otras moradas señaladas son: la Casa de la Peña, conocida así porque todo el peso en una de sus partes recae sobre una piedra apuntalada; la Casa de Félix Mesón Gómez, que también fue posada en la época de Carlos V, es de estilo renacentista y tiene un escudo con el nombre del dueño y el año 1741; o la Casa Carvajal, del siglo XVI y que también conserva tallado el emblema familiar.

Más patrimonio de Garganta la Olla
No solo las construcciones con ‘denominación’ son dignas de visita en el pueblo. En su conjunto patrimonial también está señalada como importante la iglesia de San Lorenzo Mártir, patrón de la localidad, cuyo origen se sitúa entre los siglos XV y XVI. Ubicada en lo alto de Garganta la Olla, fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 1989. En el interior hay un órgano barroco, un instrumento poco habitual en el país.

Mientras que el edificio de la iglesia en sí mismo se construyó a finales del siglo XV, la torre se erigió entre 1570 y 1573. Tiene 30 metros de altura y un campanario. Además, hay una cruz en honor a las víctimas de la Serrana de la Vera. Se trata, según la mitología extremeña, de una mujer con fuerza sobrenatural con aspecto de cazadora que vive en las montañas y lleva a los hombres a su guarida para seducirlos, matarlos y guardar sus huesos.
Entre sus monumentos religiosos también destaca la ermita del Santísimo Cristo del Humilladero. Construida en el siglo XVI y reformada en profundidad cien años después, llama la atención por el altar de su interior, que está hecho con azulejos de Talavera de la Reina con fecha de 1560.
Un museo de torturas
El Museo de la Inquisición es otro de sus puntos de referencia. Está situado en el edificio donde funcionaba el tribunal que juzgaba a los condenados en el siglo XVII. En la columna de piedra de la entrada está grabada la frase: “Esta cruz se hizo siendo capitán Iván Muñoz, oficial del santo oficio y familiar de Rafael Martín, en el año 1606”. Para que no haya dudas.

El espacio está dividido en dos partes. En una de ellas se representa cómo era la cotidianeidad en aquella época y, en la otra, las labores más concretas de los inquisidores. Aún se conservan calabozos, máquinas de tortura como una guillotina o potros, la sala de juicios y un balcón desde el que se colgaba al condenado, que está en el segundo piso.
Como el edificio está en muy buen estado de conservación, es fácil imaginarse cómo eran las torturas que se experimentaban dentro. Las visitas duran aproximadamente una hora.
Aunque este no era el único lugar de Garganta la Olla en el que se ejemplificaba a los vecinos para que no contradijesen las leyes, tanto las religiosas como las reales. En la plaza Mayor, en el soportal de la casa consistorial, está la picota del suplicio. Se trata de una columna de piedra de cantería con un pequeño ‘asiento’, en el que se ponía al preso para exponerlo ante el resto de los habitantes y que viesen lo que podía pasarles si no seguían las normas.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.