Donde Satanás espía al mar Cantábrico: la ruta de los Ojos del Diablo

Escrito por
10.08.2025
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Vista desde los Ojos del Diablo, en Cantabria. Por Noradoa.
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Tiene un nombre tan impresionante como sus vistas. Es la ruta de los Ojos del Diablo de Cantabria, un recorrido no apto para principiantes, pero para el que merece la pena entrenar. Podemos empezar por otras opciones de senderismo y, cuando estemos en forma, recorrer este camino que parte de Sonabia. El itinerario alcanza unas peculiares formaciones rocosas también conocidas como los Arcos de Llanegro.
Cómo llegar a los Ojos del Diablo

Para realizar la ruta hay dos opciones, dependen de las ganas (o las posibilidades físicas) de encaramarse a una montaña. La primera es hacer el camino corto, de unos 6 kilómetros, que termina en los Ojos del Diablo y da la vuelta. Es una ruta más bien sencilla, que parte del aparcamiento que hay en el kilómetro 161 de la carretera N-634.
La segunda consiste en seguir el camino hasta llegar a las cimas de Solpico y Candina. La longitud de esta última es de poco más de siete kilómetros, el nivel de dificultad es medio y se completa en cuatro horas, aproximadamente. Se alcanza una altitud máxima de 450 metros y el desnivel que se acumula, positivo y negativo, es de 656 metros.
Es interesante destacar que en esta zona podemos encontrar a la única comunidad de buitres leonados que vive en un acantilado marino de toda la Unión Europea. Unos animales imponentes como el paisaje en el que habitan. Un lugar muy adecuado para verlos es la playa de Sonabia, donde comienza la ruta. Allí hay un aparcamiento donde dejar el coche, aunque hay que tener en cuenta que la zona tiene bastante afluencia, sobre todo en verano, por lo que quizá no haya plaza si se va en hora punta.

Una vez en marcha, hay que atravesar la playa para encontrar el inicio del sendero. El camino está bien señalizado y la travesía es tranquila hasta que llega a un punto bastante empinado. Ese es uno de los tramos complicados, ya que es necesario utilizar las manos para desplazarse sin caídas (aunque pueda sonar como tal, no se trata de una sesión de escalada, solo es cuestión de tener un punto de apoyo).
Al llegar a la parte alta, desde donde se pueden avistar el faro del Caballo y Santoña, llega el momento de escoger la propia aventura: tirar hacia los Ojos del Diablo o proseguir la subida hasta Solpico y la cima del monte Candina. En caso de elegir la primera opción, hay que tomar el camino de la izquierda. Y en el caso de querer complicarse un poco la existencia, el de la derecha.

Los Ojos del Diablo son dos enormes arcos de piedra (recordatorio porque hay gente que se queda en el primero y se pierde la experiencia completa: son un par). A través de ellos se puede ver la costa cántabra, de Laredo a Castro Urdiales, incluida la ballena de Oriñón (un brazo de piedra en forma de cetáceo que se adentra en el mar como un espigón), en todo su esplendor.
Para los más aventureros
Para subir al pico mencionado anteriormente, hay que atravesar una zona llana que cambia de adjetivo unos metros más adelante, ya que el camino se hace más estrecho y empinado. De hecho, hay una cuerda colocada a modo de barandilla para quienes tengan problemas para mantener el equilibrio. Una vez superada esa prueba, se toma el camino de la izquierda, que se adentra en el tramo más complicado. Aunque está señalizada, no se trata de una pista marcada y hay que escoger dónde se ponen los pies.

Poco a poco se llega al objetivo, desde donde se puede aprovechar para recuperar el aliento y disfrutar de la panorámica. Para alcanzar la siguiente meta hay que seguir las señalizaciones rojas y blancas, que dirigen los pasos por un sendero que se bifurca: ahí se debe girar a la izquierda para subir hasta la cima del monte. Cuando llegue el momento de regresar, hay que descender por el mismo camino y, al llegar a la ramificación, coger la opción contraria. Así, se baja por la otra cara de la montaña y se llega a los Ojos del Diablo.
A partir de ahí, no hay pérdida ni tampoco demasiado peligro, aunque hay que tener precaución porque se trata de un camino de piedra suelta y puede haber resbalones. Si la excursión se realiza en verano, no hay mejor broche final que un baño en el Cantábrico antes de regresar al coche.
Qué ver en Castro Urdiales
Si además de hacer la ruta de los Ojos del Diablo apetece dar una vuelta por una zona habitada, lo más recomendable es visitar Castro Urdiales, el municipio al que pertenece Sonabia. Una buena manera de conocer uno de los pueblos más populares de Cantabria es seguir la ruta que recorre el castro medieval y su casco histórico. Es una de las propuestas de la oficina de turismo.

El camino parte del barrio de los marineros, en concreto de la cala del Pedregal, en subida por la calle Siglo XIX hasta una explanada conocida como la de la Atalaya. Desde allí se pueden apreciar los acantilados de la costa y el núcleo urbano de Castro Urdiales. Ya en bajada, se llega al empedrado más antiguo del lugar, en la calle 11 de mayo. Allí también está el templo gótico más importante de la comunidad: la iglesia de Santa María de la Asunción, que data del siglo XIII. En ese mismo siglo se construyó el castillo que también es un faro y se puede ver detrás. Entre el templo religioso y la fortaleza se encuentran las ruinas de la iglesia de San Pedro, del siglo XI.
El recorrido por el conjunto histórico de Castro Urdiales sigue por un puente romano hasta la ermita de Santa Ana, que está situada en un promontorio rocoso. En su interior hay un paleosuelo que alberga restos arqueológicos. Como en casi todos los rincones del país, en este pueblo cántabro también hay una leyenda popular: dice que hay que recorrer el espigón que hay debajo del templo y dar una patada en el muro que se encuentra al final para conseguir buena suerte.
Ya cerca del puerto está la plaza del Ayuntamiento. Tiene una galería de arcos llamada La Correría, además de la de los Chelines (1902). La ruta acaba en la calle de San Juan, donde están las viviendas más antiguas, originarias del siglo XVI, que aún conservan un arco de piedra en los portales. Para terminar, nada mejor que buscar un bar en el que comer una buena ración de rabas, anchoas o de tortilla de patata para reponer fuerzas y disfrutar de los sabores cántabros.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.