
A muchos les sorprende descubrir que Alicante, con su famosa Costa Blanca y sus más de 200 kilómetros de playas, calas y acantilados, sea una de las provincias más montañosas de España. Pero lo cierto es que, desde un destino de sol y playa típico como es Benidorm, ya se aprecia el accidentado relieve que albergan las zonas rurales del interior. Sierras interminables que superan los 1.500 metros de altitud y que están salpicadas de pueblecitos con mucho encanto.
Hoy nos detenemos en uno de ellos: Sella, enclavado en las faldas de la montaña más alta de Alicante, el Aitana. El paisaje de postal que nos deja su entramado urbano se combina con un interesante patrimonio rural, rutas de senderismo y piscinas naturales. Hasta conserva tradicionales partidos de pilota valenciana en sus calles, un juego con mucho arraigo en el pueblo y que no es difícil de ver en directo los fines de semana.
Un casco urbano muy bonito y empinado
Sella está a los pies de la sierra Aitana y la rodean muchas otras montañas, como el Puigcampana. En un territorio así, hay que hacerse a la idea de que el pueblo no es precisamente llano, pero es lo que le da un gran encanto. Sella es de esos destinos rurales en los que es una verdadera delicia el simple hecho de pasear por sus calles y contemplar todos sus detalles: son estrechas y empinadas, tienen pasadizos con escaleras, fachadas blancas y anaranjadas, decoradas con flores y plantas… Eso sí, olvídate de pasar en coche por la mayoría de ellas, porque no podrás.

Podemos decir que hay dos espacios animados, en los que se desarrolla la vida de los lugareños. Como suele pasar en todos los pueblos pequeños, el ambiente está donde se concentran los bares y restaurantes. Primero, en el sur del municipio, a pie de carretera, por donde pasa la CV-779. Aquí hay tres establecimientos de hostelería, con la inolvidable Fonda de Mercedes, un sitio genuino y un tanto pintoresco con vistas a las montañas. ¡Parece la típica casa de los abuelos!
Por otro lado, está el centro neurálgico de Sella. Es decir, su plaza Mayor, donde se ubica la iglesia de Santa Ana y el edificio del ayuntamiento. Además de los bares, hay un par de tiendecitas tipo ultramarinos. Destaca una fuente monumental ante la que suele ensayar la orquesta municipal del pueblo –aquí está, de hecho, la Unió Musical L’Aurora–. En la misma plaza se encuentra la torre de Sella, posiblemente del siglo XIII. Posteriormente, junto a ella se construyó el palacio de la Baronía, cuyos bajos albergan un casino de finales del siglo XIX. Este conjunto monumental está hoy declarado Bien de Interés Comunitario y Bien de Relevancia Local.

Este pequeño pueblo todavía alberga otros dos puntos de interés histórico, en su parte alta: el castillo de Sella y la ermita de Santa Bárbara. Se puede llegar a pie siguiendo un calvario con sus distintas estaciones de piedra y azulejos. La fortaleza está en ruinas, pero conserva gran parte de sus murallas del siglo XII y algunos restos de la torre mayor. En el interior está el templo restaurado, ya que el original fue destruido durante la Guerra Civil. En sus orígenes, el castillo fue una alquería musulmana que, tras la expulsión de los moriscos en 1609, fue repoblada con mallorquines.
Chapuzones refrescantes en pozas naturales

En Sella hace bastante calor en verano. Pero que eso no sea un impedimento para hacer una escapada rural en esta época porque no faltan oportunidades para refrescarse. Para empezar, recomendamos seguir la Ruta del Agua, un sendero local de Sella conocido por su baja dificultad y la belleza de sus paisajes. Es circular, de 8,3 kilómetros y 223 metros de desnivel positivo. Transita por el sistema de riego histórico de la localidad, comenzando en sus fuentes y siguiendo por las acequias y las balsas que distribuyen el agua entre las huertas escalonadas, en terrazas, con márgenes de piedra seca.
Hay algunos tramos sin sombra, así que hay que ponerse protección solar, cubrir la cabeza y llevar agua en la mochila. Si el calor aprieta mucho, debes saber que la ruta discurre entre distintos tolls –como se les llama aquí a las pozas naturales– en los que pegarse un chapuzón. Por ejemplo, la poza de l’Alcàntera, que está cerca de un área recreativa, y a la que se accede bajando unas escaleras.

Otra opción es bañarse junto al molí d’Albaro y el Salt. Tanto el edificio como el camino son propiedad privada, pero el público general puede acceder al agua desde las rocas, donde hay una cuerda para ayudarnos a descender. Por último, la ruta pasa por el área recreativa de la Font Major, que es un espacio típico de baño de los locales, con aseos y mesas de picnic. Ya en el pueblo, podréis refrescaros manos y pies en el lavadero municipal.
Otros tesoros a descubrir en los alrededores
El pueblecito de Sella es un buen “campo base” para explorar otros encantos rurales y cercanos en el interior de Alicante. A 10 kilómetros está Relleu, donde tienen su particular “Caminito del Rey”: “L’Estret del Pantà”. Es una pasarela de maderas flotantes de casi un kilómetro a 50 metros de altura sobre el río Amadorio, con una parte de suelo de cristal. Es una ruta familiar que atraviesa paisajes impresionantes y encajonados entre paredes verticales de piedra.

Cerca también se puede pasear por núcleos con encanto como Finestrat, un pueblo con casitas alegres y calles empedradas a las faldas de la montaña Puigcampana; o Guadalest, conocido por su castillo encaramado en la roca y por su pintoresco casco urbano. Además, las playas de Benidorm y la colorida Villajoyosa se encuentran a unos 20 kilómetros.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Me has podido leer en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia, El Salto y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. También soy un intento de baserritarra.