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El verano trae consigo las vacaciones en el pueblo de toda la vida. Esa escapada que parece tan humilde frente a los grandes viajes a islas exóticas o a destinos paradisíacos, pero que guarda un atractivo al que no se le pueden poner estrellas en Google. Porque los municipios tienen algo que no se mide en kilómetros, ni en lujos, ni en likes. Comparten el calorcito de sentirse en casa, aunque no vivas allí.
Y si te paras a pensarlo, tu pueblo no es tan único como creías. Es cierto que cada paisano presume de su banco donde los abuelos saludan a locales y forasteros, su bar que también hace las veces de estanco y consultorio o su plaza mayor donde siempre pasa algo. Pero si visitas alguno este verano, verás que todos comparten esa pequeña magia común. En este artículo le dedicamos unas palabras bonitas a esos clichés rurales que, lejos de restarles encanto, nos invitan a quererlos y visitarlos más.
El banco de los abuelos y las abuelas (Burgos)

El banco donde se sientan los abuelos y las abuelas a arreglar el mundo es toda una institución. Lo mismo está en la plaza o en la iglesia que en una esquina a la sombra de un árbol, da igual. Eso sí, siempre ocupa el mejor sitio del municipio. Un sitio que les da pie a comentar quién ha llegado, quién no o cuánto han subido los tomates este año. Así que, si quieres enterarte de la actualidad local tendrás que recurrir a ellos, la fuente periodística de confianza.
En Covarrubias, uno de los pueblos más bonitos de Burgos, hay varios bancos en la plaza de Doña Urraca que, al caer la tarde, se llenan de señoras con abanico y señores con bastón que comentan cómo ha ido la jornada. Además, desde ese punto estratégico se domina toda la vida de la villa, la Ex Colegiata de San Cosme y San Damián, que guarda un impresionante claustro y un órgano histórico, las casas con entramado de madera y sus preciosas calles empedradas.
El bar que también es estanco, tienda y confesionario (Guadalajara)

Otro clásico que no falla en ningún pueblo es el bar que lo es todo a la vez. El que por la mañana huele a café y por la tarde a vino. El que vende tabaco, las entradas para la verbena y hasta hace las veces de tienda de ultramarinos, centro de reunión y, si me apuras, de confesionario. El bar donde te dicen qué camino coger para llegar al mirador, dónde encontrar al alcalde y quién se casa el mes que viene.
En Valverde de los Arroyos este cliché toma forma en su pequeña plaza central, donde un bar con terraza sirve como nexo de unión. Aquí se mezclan los locales con los excursionistas que vienen de todas partes de España para descubrir uno de los pueblos más bonitos de la arquitectura negra de Guadalajara. Porque este municipio no es un pueblo cualquiera, su principal reclamo son sus casas de pizarra y madera. Cerca también se encuentra la Chorrera de Despeñalagua, una espectacular cascada a la que puedes llegar caminando desde el centro de la localidad en apenas media hora.
El campanario y las campanas que marcan el ritmo (Valencia)

Otro clásico veraniego son los campanarios y sus correspondientes campanadas. En los pueblos suenan aunque no pase nada. Dan las horas, las medias, los cuartos, repican cuando alguien se casa, cuando se muere, cuando hay fuego, son fiestas o simplemente porque toca. En Albaida, el Toque Manual de Campanas no es un detalle menor, sino todo un espectáculo declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Aquí los campaneros tocan de forma manual, ininterrumpida y diariamente las campanas desde el siglo XIII. Lo que significa que no solo marcan las horas, su sonido marca la identidad de una localidad que ha sabido mantener viva su banda sonora más auténtica. Ahora, la historia del campanario, las campanas y campaneros de Albaida se puede conocer en las visitas guiadas que se realizan a lo largo del todo el año. ¿Te apuntas?
La carretera de llegada (Cádiz)

El viaje al pueblo siempre termina igual, esa última carretera llena de curvas, con las ventanillas abiertas para que entre el olor a verano y el corazón acelerado porque ya reconoces tu skyline preferido. Y es que muchas veces llegar al pueblo es llegar a un estado de ánimo, bajas la velocidad, saludas al primero que se te cruza y aparcas mal, pero sin prisa.
Eso es precisamente lo que sucede cuando las coordenadas de tu Google Maps apuntan a Grazalema, uno de los municipios gaditanos más característicos. Cuando, por fin, llegas, su acogedora plaza te da la bienvenida y sus fachadas blancas inmaculadas te indican que esta localidad no está sola, forma parte de la ruta de los Pueblos Blancos de Cádiz. El plan es dejarse llevar por sus callejuelas estrechas, las mismas que te conducirán por un casco urbano declarado Conjunto Histórico.
Las fiestas (Asturias)

¡Las fiestas! Ningún verano en el pueblo está completo sin ellas. La cuestión es que todos los municipios creen estar convencidos de que las suyas son las mejores y únicas. Que la procesión de su patrona es más larga o que su verbena es más animada. En Cangas de Onís, ese rincón asturiano conocido por ser la puerta de entrada a los Picos de Europa, la época estival se vive con música de gaitas, sidra y romerías.
Cada 25 de julio, la villa entera sube hasta La Vega (lago Enol) para celebrar la tradicional Fiesta del Pastor, en medio de las montañas, en el entorno de los Lagos de Covadonga. Ese día se celebra el Consejo de Pastores, para el reparto equitativo de pastos y para elegir al regidor, y en toda la jornada se desarrollan actividades como juegos rurales, carrera a La Porra, bailes regionales, exhibición y venta de artesanía… Se trata de una fiesta en homenaje a las gentes que hacen su vida en la montaña con el ganado y elaborando queso, auténticos protagonistas del día y del lugar. Así que, no puede faltar una cata de cabrales y gamonéu.
El orgullo del pueblo: “esto solo lo tenemos aquí”

Y claro, cada pueblo tiene algo que sus vecinos aseguran que no existe en ningún otro sitio, aunque el municipio de al lado tenga exactamente lo mismo. Que si las mejores fiestas, la mejor longaniza, el atardecer más bonito o el mejor mirador. En Yebra de Basa, en la provincia de Huesca, presumen de sus danzantes, ataviados con vistosos trajes de colores y sombreros de flores, y su romería de Santa Orosia.
En la localidad conquense de Priego dicen que su fuente de los Leones es única. En Montefrío, en Granada, aseguran que su mirador es el mejor de España. Al menos la revista National Geographic les da la razón, pues catalogó a uno de sus miradores “como una de las diez vistas más bonitas del mundo”. Y, realmente, todos tienen razón. Porque lo bonito del pueblo es creer que el tuyo es insuperable, aunque cuando visites otro te parezca igual de entrañable.
Miryam Tejada
Mi título universitario dice que soy licenciada en periodismo, pero realmente soy una todoterreno a la que le pilló la transición del mundo analógico al digital de pleno. Es decir, soy millennial, y eso lo que conlleva, según las habladurías, es que me dejo llevar y priorizo mi bienestar. O lo que es lo mismo, soy una apasionada de los viajes y las experiencias, del simple hecho de tomar unas cervezas entre amigas, organizar una buena comilona en la sociedad con sobremesa larga incluida o pasar las tardes en el parque con mis gemelos.